Veneradas por algunos y desconocidas por la mayoría, su mayor logro ha sido custodiar e incrementar el histórico ajuar que adorna a la Virgen de la Fuensanta. Y mantener el título de camareras en una misma familia desde hace casi tres siglos.
Una de las primeras mujeres que se encargaron de cuidar la sagrada imagen fue Francisca de Gracia, conocida como La Cómica. Esta comedianta llegó a Murcia a actuar con su compañía y, después de asistir a una misa en la Catedral, decidió abandonarlo todo para ocupar una cueva junto al santuario. Allí pasó el resto de su vida: hasta 28 años que dedicó al cuidado del templo, al que donó su patrimonio. Murió con fama de santidad en 1638.
Habría que esperar hasta 1757 para encontrar la primera referencia a una camarera. Se consignó en un acta del Cabildo de la Catedral fechada el 6 de mayo de 1757. En ella se cita a Josefa Celdrán. Esta mujer, de segundo apellido Afán de Ribera, era madre del primer marqués del Campillo, Antonio Lucas Celdrán, a quien le concedió el título Carlos IV el 25 de enero de 1797.
La familia de Josefa estaba emparentada con otros apellidos nobles murcianos, entre los que quizá se encontraran los Riquelme. Eso explicaría que en 1813, el Doctoral La Riva citara como camarera a Felipa Abad, que se dedica “con singular esmero a vestirla por medio de doncellas”. El cuidado de la patrona continuó en la familia.
Felipa, de segundo apellido Ulloa, estaba casada con Francisco Borja Fontes Riquelme, regidor de la ciudad y miembro de una poderosa familia. Su tío, Jesualdo, fue quien encargó a Francisco Salzillo el célebre Belén. Francisco Borja falleció, según apunta Francisco Javier Guillamón en su obra Regidores de la ciudad de Murcia (1750-1836), en 1797. A su muerte, su hijo le sucedió en el cargo de regidor.
Felipa provenía de una familia aristocrática de menor abolengo que los Fontes y los Riquelme con los que emparentó, como demostró Manuel Pérez García en su artículo Estrategias, alianzas y redes sociales: la familia Riquelme en el siglo XVIII. Tuvo una hija profesa en el monasterio de Santa Clara, Juana de la Cruz Fontes, sacristana y tía del marqués de Ordoño, y quien más contribuyó a reponer el ajuar del convento que fuera saqueado por los franceses.
Entre marquesas
A finales del siglo XIX, el título de camarera seguía en la familia. Era ostentado por María de los Dolores Alemán de Fontes, marquesa de Ordoño, a quien asistían sus hermanas, la primera condesa de Roche y la marquesa de Villalba de los Llanos.
El cargo de camarera recayó en 1893 en la segunda marquesa de Aledo, Josefa Calderón y Montalvo, tal y como lo anunció el ‘Diario de Murcia’ el 1 de junio de 1893. En aquella edición se anotaba que había sido “distinguida por el Cabildo Eclesiástico de esta Catedral” con dicho título la “esposa de nuestro estimado amigo D. Mariano Vergara”.
Los marqueses de Aledo impulsaron la devoción a la patrona, a cuya imagen colmaron de atenciones. Quizá la más celebrada fue el actual trono de plata de la Fuensanta, un regalo que le hicieron en 1908 (y no en 1902 como tradicionalmente se admite). De hecho, el periodista José Martínez Tornel, en el ‘Diario de Murcia’, enviaría al marqués de Aledo su más “cariñosa enhorabuena” por la “prueba de excelente murciano que acaba de dar regalando un trono de plata a nuestra Patrona”. Así se publicó el 3 de septiembre de 1908.
La marquesa también regaló a la Morenica un espléndido manto, que fue estrenado durante la romería de 1895. Fue presentado a los fieles el día 15 de septiembre en una solemne función celebrada en la Catedral. Sin embargo, en 1879 ya había estrenado otro manto, del que los diarios solo referirán que “es debido a la piedad de una señora que ya no existe y al cumplimiento de su oferta hecho por su viudo”. El traje más antiguo que se conserva fue un regalo que hizo Isabel II en 1862 durante su recordada visita a Murcia.
El fallecimiento sin descendientes directos de la marquesa de Aledo el 5 de febrero de 1918 obligó al Cabildo a elegir a otra murciana ilustre que la sucediera. Apenas un mes después de la muerte de Josefa Calderón, los comisarios de la Fuensanta Mariano Sanz Barrera y Luis Tortosa propusieron un nuevo nombre. Sucedió el 6 de abril, cuando se dirigieron a la casa denominada Torre La Cierva, propiedad del político Juan de la Cierva, exministro de la Guerra, a cuya esposa le hicieron el ofrecimiento. Era María Codorniú.
Los diarios acogieron con satisfacción la noticia y enviaron su “felicitación más sincera a la ilustre dama y al Cabildo Catedral murciano por su acertadísima designación”, tal y como publicó el rotativo ‘El Tiempo’ al día siguiente de la visita.
Una hija adoptiva
A María Codorniú, quien falleció el 2 de abril de 1963, la sucedió su nieta, Pilar de la Cierva Kirkpatrick. Pilar había perdido a su madre con apenas dos años de edad y quedó a cargo de la abuela María. Una vez más fue el Cabildo catedralicio la institución que le ofreció el cargo, que ratificó el obispo el 15 de junio de aquel año.
Cuenta Josefa María Antón, en su obra De la Virgen de la Arrixaca a la Virgen de la Fuensanta que no siempre el cargo de camarera era hereditario. En realidad, nunca lo fue de derecho, aunque sí de hecho. La razón: el poder de las familias que lo defendieron bastaba para que jamás surgieran discrepancias con el Cabildo, alta institución que dispone a su conveniencia del servicio.
Pilar de la Cierva inauguró su labor como camarera añadiendo al ajuar de la Patrona un lujoso terno que fue realizado, sobre terciopelo parisino, en los talleres lorquinos de Conchita Petrés. Era solo el prólogo de una dedicación fructífera y plena.
Pilar de la Cierva, quien recibió por su dedicación a la Fuensanta el título de Hija Adoptiva de Murcia el 26 de enero de 2010, fue la impulsora de una nueva tradición: el paso de los niños bajo el manto de la Morenica para su bendición. Y ella misma sostenía y sostiene el manto en tan multitudinaria ceremonia. Como también a su ímpetu se debe que una réplica de la Patrona de los murcianos se venere en la Real Colegiata de San Isidro, en Madrid, residencia habitual de la camarera.