Si consideramos cierto que nada nuevo hay bajo el sol, no menos acertado sería concluir que tampoco hay mucha novedad bajo el agua. O, cuando menos, bajo el conocido lema Agua para todos, máxima que reúne a cuantos defienden el trasvase del Ebro. Porque basta entretenerse en rebuscar en las hemerotecas para demostrar que la frase ya hizo fortuna aún antes de que nacieran nuestros abuelos. Y, curiosamente, no siempre se enarboló como consigna entre aquellos que querían que a esta tan bendita como reseca tierra llegara el preciado elemento.
Uno de los primeros artículos que contenía tan manida expresión se publicó «el 19 de Setiembre –sí, sin p– de 1868» en el diario La Paz de Murcia. El articulista arremetía contra la entonces reciente y nueva Ley del Agua, de 1866. En su opinión, era necesario que «haya agua para todos, que hubiera una distribución de aguas que matase el caciquismo de los pueblos […] pues lo que Dios ha concedido como bienes no son para determinada persona. Quisiera esta justa distribución desde el nacimiento de los ríos a los mares».
Esta posición crítica con algunos terratenientes se endurecería ya entrado el siglo XX. El Liberal, en la mañana del 13 de junio de 1912, informaría de que algunos agricultores «habían recibido un recado del duque, que el duque advierte a los que tienen pimientos que, por este año, los dejará regar si lo solicitan por escrito, del Alcalde». A lo que contesta El Liberal: «¿Tendrá agua para todos?». Y añade: «la llave de todos los manejos políticos está en el agua, las acequias y los riegos siendo la agricultura la única riqueza de este pueblo».
Murcia dice que no
Un tiempo después, el 28 de enero de 1936, la cabecera El Tiempo, que estaba subtitulada «No está afiliado a partido político alguno», publicaba en portada el malestar que existía en la prensa de Albacete después de que Murcia se opusiera a que el agua sobrante del Segura fuera utilizada en aquella región. «Los técnicos aseguran que habrá agua para todos. No es un argumento para convencernos», dirá el periodista, quien añadirá: «Mientras no se tenga todo hecho dentro de la cuenca no se puede hablar de sobrantes. No somos enemigos de la riqueza y prosperidad de otras regiones. Si algún día hay sobrantes será el momento de pensar en esas u otras captaciones».
Encontrará el paciente lector en los diarios murcianos miles de referencias a los estragos que las sequías causaron a la Región a lo largo del siglo XX y, en muchos casos, la frase Agua para todos servirá como coletilla para exigir la llegada de más caudales. A veces, incluso la cesión.
En marzo de 1973, el Semanario Murciano se hacía eco, con el título de Agua para todos, de la visita a Murcia de las principales autoridades de Almería, quienes agradecían a Octavio Carpena, entonces gerente de la Comisión para el Desarrollo Social y Económico, el interés que había demostrado porque el agua del Tajo llegara al valle del Almanzora.
Más tarde, en octubre de 1974, La Verdad titularía que El cauce del Ebro tiene agua para todos, según declaraciones que hiciera el subsecretario de Obras Públicas, impulsor del llamado Plan Ebro, que habría de repartir el agua en aquella cuenca. De igual forma, durante la construcción del trasvase Tajo-Segura también se empleó sin complejos la máxima. Por ejemplo, el 8 de diciembre de 1977, cuando un hacendado exigía: «Agua para todos y mayor impulso a las zonas más atrasadas en obras».
La palma periodística la logró el gobernador civil de Toledo, Ignacio López de Hierro, cuya foto encabezó la Hoja del Lunes del 20 de agosto de 1979, junto a un inmenso titular: «Hay agua para todos». Además, el político señalaba que era posible armonizar el plan del trasvase Tajo-Segura para un reparto más equitativo del caudal. Entretanto, también hubo tiempo hasta para publicar libros, como hizo Daniel Cremades en 1987. La obra, llamada Agua para todos, sentaba las bases de una planificación hidrográfica peninsular.