José Antonio Melgares Guerrero. La última gran epidemia que vivieron siendo niños los padres de la generación del cronista que esto escribe, comenzó en su punto álgido a finales del verano, y se prolongó durante gran parte del otoño de 1918, sembrando el pánico en toda España, y también en la Capital y en los pueblos y ciudades de la Región.

Desde febrero de aquel año comenzó a rondar la enfermedad en la Región Y fue la localidad de Águilas la primera que comunicó el número de tres muertos por causa de la gripe. De esa misma fecha conocemos noticias de Madrid, desde donde se informaba a través de la prensa el haberse hecho presente en las fábricas y cuarteles, achacando el mal a las remociones del suelo de la capital, en obras entonces por la adecuación del alcantarillado y de la construcción del “metro”.

 En mayo, desde Alcantarilla se achacaba la enfermedad a las picaduras de los mosquitos, lo cual confirmó el médico local Dr. Ballesta; mientras en toda España se generalizaba la gripe, mencionándola en la prensa en principio como “la Epidemia de Madrid”.

El 12 de agosto había cien atacados en Águilas, donde la Junta Local de Sanidad se refería a ella ya como la “Gripe Española”, y en toda España se culpaba del contagio a la “sequía reinante”.

A lo largo del verano no se extendió la epidemia de manera alarmante, la cual llegó en septiembre con toda su crueldad. El 15 se quejaban desde Cartagena del desabastecimiento del principal medicamento para el tratamiento: la “quinina”. Y  en la capital al concluir los días de la Feria la preocupación se generalizó entre la población. Las autoridades provinciales hubieron de tomar cartas en el asunto, determinando la desinfección de los coches, tranvías y equipajes de viajeros; camas y habitaciones de cuarteles, hospitales, escuelas y dormitorios donde hubiera enfermos internados; así como la petición de “quinina” al Ministerio de la Gobernación, del que entonces dependía Sanidad.

El gobernador civil Cesar Medina, ante la alarma social reinante, se dirigió a los alcaldes de la provincia, pidiendo información puntual y diaria de la situación en todos y cada uno de los lugares de la misma. También lo hizo el alcalde de Murcia Ceferino Pérez Marín, en bando que recordaba las medidas a tomar para no contraer la enfermedad, evitar el contagio y sanar de la misma. Sin embargo, quienes más atentos estuvieron, haciendo públicas estas y otras medidas, fueron los “Exploradores” de Águilas.

Mediado septiembre se suspendieron las clases en la enseñanza pública, se cerraron las iglesias (celebrándose las misas al aire libre), se aplazó la apertura de curso en la Universidad. Se prohibieron los espectáculos públicos en cines y teatros; y quienes pudieron, huyeron a sus posesiones en lugares más sanos como el término municipal de Moratalla, la Sierra de la Fuensanta y Sierra Espuña. Las anécdotas que narran los médicos a través de la prensa son más que curiosas, a la vez que alarmantes. El médico de Aledo Sr. Redondo, se compró dos caballos para hacer las visitas por los caseríos de Espuña (usando uno por la mañana y otro por la tarde). En Mula se denunció a los facultativos, quienes al parecer se dedicaban más a cuidar sus naranjos que a los enfermos, y se adquirieron por los ayuntamientos “estufas fumigadoras” para la desinfección de domicilios particulares y sitios comunes

 Desde Lorca se denunciaba, a primeros de octubre que los cadáveres se enterraban a sólo 25 centímetros de profundidad en el cementerio de S. Cristóbal, y que los sepultureros estaban, unos enfermos y otros en huelga por exceso de trabajo. En Cartagena y Murcia se habilitaron como lazaretos las estaciones del ferrocarril y, a falta de agua corriente suficiente, en la Ciudad Portuaria se regaban las calles con agua del mar. En Alhama se acabaron las fosas en el cementerio local, por lo que fue necesario abrir una fosa común “para enterrar tantos muertos”. Desde allí se llegó a decir que “pronto se acabará el mal por no quedar víctimas en las que cebarse.

 A requerimiento del obispo, Vicente Alonso y Salgado, se abrió una suscripción popular en el Obispado para atender a las necesidades de las clases populares, las más afectadas por la enfermedad a causa de las condiciones insalubres en las que vivían.

El 21 de octubre se trajo a la capital la Patrona, Virgen de la Fuensanta, para hacerle rogativas por la salud de la población. Se hizo de forma privada, en el vehículo particular del senador vitalicio D. Isidoro de la Cierva, y días después los alcaldes de la provincia prohibieron la visita a los cementerios en las vísperas de la fiesta de Todos los Santos. En Alhama se prohibió a los sacerdotes acercarse siquiera a los domicilios de los fallecidos para proceder a su entierro, y en Caravaca el clero responseaba por las calles de forma generalizada.

Al fin llegaron las ansiadas lluvias que la población aguardaba como posible remedio general. A partir del 23 de octubre se instaló sobre la Región una generosa borrasca que regó toda la superficie de manera generalizada. También fue Águilas la primera localidad en dar noticias sobre la mejoría de la situación, mientras desde Cartagena se afirmaba que “la epidemia retrocedía porque no encontraba ya personas para hacer víctimas”. A comienzos de noviembre, desde Totana y Alhama se confirmaba la mejoría, afirmación que paulatinamente se fue generalizando desde todos los puntos de la Región.

Junto a la “quinina”, los farmacéuticos comenzaron a ofertar otros medicamentos, resultado de fórmulas magistrales, entre ellos “Aforina Moreno”, “Quit”, “Agua oxigenada Foret”, “Anticatarral García Suárez”, “Jarabe Bebé”, “Lodasa Bellot” y “Aspira”, entre otros.

 Como a veces ocurre, la opinión pública, a través de los medios de comunicación, arremetió contra las autoridades provinciales y locales; que en honor a la verdad, aunque tarde, reaccionaron con total diligencia, para algunas de las cuales se acabó pidiendo, por los mismos medios de comunicación, la Cruz de Beneficencia. Este fue el caso del Inspector Provincial de Sanidad Sr. Ladrón de Guevara, y el alcalde de Caravaca Felipe Martínez-Iglesias.

Para terminar diré que la palabra gripe se escribía entonces con doble p, y que entre las distintas denominaciones que la epidemia tuvo a lo largo del proceso, también se la llamó en sus comienzos “el Soldado de Nápoles”. El nombre de “Gripe Española”, generalizado en toda Europa tuvo su razón de ser por proceder de España las noticias sobre la misma. El resto del continente, preocupado por los estertores de la primera Guerra Mundial, apenas informaba sobre la enfermedad (que causó más muertes que la contienda), para no alarmar más a la población. Son muy curiosas las ilustraciones de la prensa de la época, mostrando fotografías de compañías de soldados, todos ellos con mascarilla para evitar infecciones, así como de hospitales saturados de enfermos. Pasado el tiempo se supo que la epidemia llegó a Europa desde USA, coincidiendo con la entrada en la Guerra de los Estados Unidos, en 1917.

A finales de octubre se daba por concluido oficialmente el episodio gripal en la entonces provincia de Murcia, si bien el mal, aunque no de manera generalizada, se prolongó aún durante meses, e incluso a lo largo de todo el año siguiente de 1919 y comienzos de 1920. Los médicos de la capital se reunieron en un banquete en el Casino, para celebrar que ninguno de ellos hubiera fallecido durante la epidemia. El 7 de diciembre hubo “Te Deum” de acción de gracias en la Catedral. Al día siguiente procesión con la Virgen de la Fuensanta por las calles de la ciudad y el martes 17 se devolvió a la Patrona a su santuario del monte en romería extraordinaria. También en los pueblos y ciudades de la Región se celebraron actos de acción de gracias a la Divinidad y a los santos patronos por la conclusión de la epidemia (en Caravaca se celebró procesión extraordinaria con la reliquia de la Vera Cruz). Si bien, como he dicho, los “coletazos” de la epidemia duraron hasta bien entrado el año 1920, pues el miedo se había metido en el cuerpo de las gentes, como podría suceder cien años después tras la pandemia de “Covid 19” que estamos sufriendo durante la primavera de 2020.

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