Totana posa sus esperanzas en el Santuario de su patrona, santa Eulalia de Mérida

Juan Cánovas Mulero. Cronista Oficial de la Ciudad de Totana.

La ubicación de Totana, en el valle del Guadalentín, abierta a la comunicación con Levante y Andalucía y a corta distancia del Mar Mediterráneo, regala a sus gentes y a todos aquellos que la visitan la grandeza de un entorno de singular atractivo, como también su capacidad de acogida y cercanía. Sus vecinos impulsan su alma en la devoción a su patrona santa Eulalia de Mérida. Una piedad que germina con el amor y la fe desde que, a finales de la Edad Media, el ardor de los caballeros santiaguista impulsara, entre los pinares montuosos de la sierra de Espuña, un recinto para albergar la excelsitud de esta certidumbre.

El impacto que en las primeras comunidades de Hispania, causó el martirio de Eulalia, padecido en época de Diocleciano, cautivó también a las gentes de Totana y su entorno que pronto dirigieron sus plegarias a la encomienda de Mártir. Esta adhesión se acrecienta con ímpetu, fuerza y esencia, a partir del siglo XV cuando la sencilla construcción levantada en su honor, compuesta por «una nave de buenas tapias e cubierta de buena madera e terrado, de buenas puertas e cerradura de hierro», se transformó en una obra de mayor solidez. Surge así el Santuario de La Santa, espacio de religiosidad, confluencia de piedad, de rogativas, lealtades y sentimientos, manantial inagotable de significado que tiene como punto referencial el testimonio de entrega de la joven Eulalia.

Se configura el templo en una sola nave longitudinal, con coro a los pies y presbiterio a la cabecera. El conjunto aparece ricamente decorado con pinturas murales realizadas al temple y concluidas en 1624, con un programa iconográfico orientado a relatar la vida de Cristo, de su madre, de san Francisco, y de otros santos y santas, como también el poder sanador de santa Eulalia, en una apuesta didáctica por transmitir los valores de la fe de un modo próximo y cercano.

Una techumbre mudéjar, de madera, obra del taller de Esteban Riberon, compuesto a partir de 1580, cierra la nave principal, de la que pende un barco en miniatura, exvoto de gratitud hacia santa Eulalia.

En el presbiterio centra la mirada el retablo barroco diseñado por Jerónimo Caballero a principios del siglo XVIII. Esta pieza precede al camarín en donde se venera a la imagen titular. Ese pequeño recinto, que acoge la talla de santa Eulalia, obra realizada en 1939 por el valenciano José Mª. Ponsoda, se levanta sobre la gruta en la que, según la tradición, alzó el vuelo una paloma, símbolo del alma de la Mártir. Conforman su decoración un conjunto de escenas que informan sobre la vida y el sacrificio martirial de la joven emeritense.

Tras concluir aquellas primeras actuaciones se comenzaban otras intervenciones que tenían como objetivo dotar al Santuario de las infraestructuras necesarias para acoger a los numerosos peregrinos que para ofrendar e interceder ante santa Eulalia acudían al eremitorio de La Santa, distante 7 kilómetros de la ciudad de Totana y enclavado en el acceso a la Sierra de Espuña, amparado por pinares, romeros, tomillos, esencias de plenitud y vida.

En este paraje es posible degustar los sabores de esta tierra mediterránea en el restaurante existente en el entorno, como también en otros de las zonas próximas. En todos ellos la calidad, el esmerado servicio y la singularidad de su oferta gastronómica, invitan a saborear los platos típicos de la zona.

Esta radiante perla que es el Santuario de La Santa, se envuelve en un mensaje de fe para perfumar a los que allí acuden de un esperanzador bálsamo, de una vivificante belleza. En él, la Naturaleza se conjuga en un vibrante sentir con arquitectura y devoción, con arte y emociones, agraciando con la gratificante presencia de la paz, la armonía y el equilibrio, despertando la admiración, respeto y cariño por el regalo de la Creación que en este lugar se reviste de plenitud.

Totana honra a santa Eulalia, patrona de la ciudad desde 1644, con una serie de romerías plenas de colorido, participación y devoción. Cada ocho de diciembre, después de haber celebrado Eucaristía en el Santuario de La Santa la imagen recorre, entre vítores, clamores y corazones agradecidos, los 7 kilómetros que separan aquel paraje de la localidad, para compartir las fiestas en su honor y las celebraciones navideñas, entre sus hijos de Totana. En este tiempo, novenario, ofrenda floral, serenata.. y, sobre todo, la presencia constante de vecinos, acompaña su estancia en el templo parroquial de Santiago hasta que el día 7 de enero se emprende de nuevo, en romería, el regreso al Santuario.

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