GumerEn más de una ocasión he pensado, porqué los murcianos hemos tenido siempre tanta dificultad para encontrar un emblema, un signo que nos representara o, como se diría ahora, un “logo” que señalara inequívocamente a nuestra ciudad… (yo aún no veo fuste al castillo que circula por ahí, en las papeleras de nuestras calles!!). Si nos interesamos por su historia o, sin ir más lejos, por su blasón, la respuesta a esa búsqueda es fácil: una corona. Así de sencillo y así de significativo. Las coronas en el escudo de Murcia no son otra cosa que la impresión del amor y la fidelidad que nuestra ciudad y, por extensión, todo su reino, han profesado a sus reyes.

San Patricio, el injustamente olvidado patrono de la ciudad, representado en el impresionante imafronte de la catedral, sostiene sobre su mano a la misma ciudad de Murcia… con una corona queda reflejada. Sin más, de manera solemne y sencilla a la vez. Una corona o la sucesión de ellas, nos resume la historia de la capital del Segura. Hasta siete son las concedidas y, básicamente, quiero pensar sin caer en la ingenuidad, que los murcianicos sabemos que fueron concedidas por Alfonso X, Pedro I y Felipe V, en diferentes momentos de la historia… quiero pensar…

La lealtad de Murcia al rey no ha tenido discusión a lo largo de su rica historia. Tal y como reflejó en su momento el profesor Juan Torres Fontes o como han escudriñado posteriormente otros autores como Francisca Moya del Baño, el amor de Murcia a sus reyes ha sido un camino de ida y vuelta. La vuelta, evidentemente, ha sido la inclusión en las armas del concejo de la corona correspondiente.

Alfonso X, al final de su reinado, concedió cinco coronas, número que es una incógnita para todos pero que si, tal y como refleja la divisa del siglo XVIII “Priscas Novisima Exaltat, et amor”, tiene que ver con el amor, mucho amor tuvo que haber ahí para conceder tanta corona. No en vano, su corazón está entre nosotros y también en nuestro escudo, precisamente por eso, por la incondicional lealtad de Murcia y por el recíproco amor que nos profesó y le profesamos. Aprovecho para reivindicar que la divisa se escriba más grande en el escudo, porque encierra un mensaje muy hermoso y hay quien no sabe ni que existe!!

Allá por 1361, Pedro I de Castilla, al que algunos llamaban “El Cruel”, otorgó la sexta corona (que debían haber sido dos, pues Murcia se batió por él en dos ocasiones: frente a Enrique de Trastamara y frente a Pedro IV de Aragón). No solamente otorgó la sexta corona, sino también la orla de castillos y leones que envuelven al blasón. ¡¡Murcia era en el siglo XIV un polvorín!! Eterna tierra de fronteras, guardaba con celo los feudos del rey castellano y mantenía a raya a los aragoneses que aprovechaban la más mínima… porqué no decirlo: “Murcia era muy golosa”.

Pero no fue hasta 1709, trascurrida la Guerra de Sucesión que encumbró a Felipe V, primer Borbón en España, cuando se obtuvo la séptima corona. Y ésta vino acompañada del león y la flor de lis, ambos coronados con ésta última, antaño representada con un considerable tamaño sobre las demás. No en vano, la divisa antes mencionada, hace precisa cuenta de la exaltación y el amor de esta última corona sobre las demás.

Lealtad, fidelidad, amor… es la historia del escudo de Murcia. Valores que, quizás hoy no nos hubieran reportado nada. En los tiempos que corren, parece que para llamar la atención hay que actuar de manera contraria: con prepotencia, individualismo, egocentrismo e insolidaridad. La séptima corona ensalza a las demás de una forma contundente… y al amor con que se consiguieron y con que fueron concedidas. Este sería el resumen de nuestro escudo. Murcia para el rey y el rey para Murcia!! Qué tiempos de feroz lealtad y de reconocimiento mutuo!!

Hoy, dicen que somos la séptima ciudad del país… mira tú qué coincidencia! Españolicos los que más, dicen también… A ver si una corona nos ciñe las sienes y nos gloriamos de nuestra lealtad, nuestra fidelidad y nuestro amor.

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