En la Región de Murcia existen numerosos ejemplos de sistemas tradicionales de distribución de
agua para regadío, creados a lo largo de los siglos, con el fin de administrar los escasos recursos hídricos
disponibles. Entre ellos existen numerosas semejanzas y diferencias, que responden a la cantidad de agua
existente y su propiedad, y la extensión del área a regar. Características todas ellas que dan lugar a un
patrimonio hidráulico variado, tanto material como inmaterial.
Dentro de las particularidades de cada espacio regado, entre sus elementos patrimoniales, destacan
los partidores que, según el lugar, difieren por la cantidad, la tipología y los elementos anexos. Existen
ejemplos de regadíos gestionados por un solo partidor como en Abanilla, hasta los 219 de la red de canales
del riego que organizan las más de 12.000 ha de Lorca. Entre las construcciones auxiliares, destacan
las casetas de protección de los partidores de Mula y el singular manejo de sus mesas de reparto, lo que
deja bien claro la importancia de la gestión de los escasos recursos hídricos.
La huerta de Mula, a pesar de estar fuera de las áreas de suministro de los circuitos comerciales hortofrutícolas
(como la Vega Media del Segura o Campo de Cartagena en la Región de Murcia), forma un
paisaje cultural cuyo hilo histórico se conecta con el presente a través de los procesos de mejora y modernización
de sus sistemas de regadío, y el aumento de recursos con la llegada de los caudales del trasvase
del Tajo.
No obstante, resulta obvia la funcionalidad de la conservación de su red tradicional, conectada
a la red modernizada para seguir dando servicio a los regantes de este entorno. Actividad que requiere
necesarias actuaciones de protección y conservación, que revierta en su principal utilidad, así como la
puesta en valor de estas construcciones para otros fines como puede ser el turismo, a pesar de que este
espacio constituye desde finales de los años 90 del siglo XX características de huerto-jardín (López Fernández,
2006, 2014).
Queda fuera de dudas, por lo tanto, la importancia de las huertas tradicionales como la de Mula, su
importancia social, paisajística, ambiental, ecológica, patrimonial y cultural, fundamentada en su primigenia
utilidad como fuente de alimento y subsistencia de la población. O en el caso de Lorca, donde está
proyectada una modernización de los canales y partidores construidos en 1960, y donde se tiene previsto
conservar la red de aguas turbias y algunos partidores más representativos como el de “Tres puentes”.
La situación de estos lugares viene marcada por una serie de factores, descritos con anterioridad en el
desarrollo del trabajo; factores que con mayor o menor incidencia, se producen en la mayor parte de las
huertas tradicionales. En el caso de Mula, destaca el cambio de uso del suelo agrícola tradicional hacia
una utilidad de segunda residencia, con motivo de la “bonanza” económica de principios de siglo XXI,
y la escasa rentabilidad agraria de un parcelario muy compartimentado, lo que se tradujo en un espacio
prácticamente destinado al ocio y recreo privado. Incluso, un elevado porcentaje de población construyó
nuevas viviendas residenciales en contra de las ordenanzas municipales (aconsejados por la Administración
a construir sin permiso), en parcelas inferiores a dos tahúllas.
Esta coyuntura social ha provocado la desaparición de la mayor parte de los agricultores a tiempo
completo, ya que las tareas en la huerta se resumen en los periodos de recolección y plantación de hortícolas
fundamentalmente, ya que el riego y otras actividades se realizan de forma automatizada dentro de
la integración de actuaciones de mejora y modernización de los regadíos de la comunidad de regantes del
embalse de La Cierva.
José Antonio López Fernández